La mejor propaganda no siempre acompaña al mejor candidato
Las últimas campañas electorales han dado muestras de lo que los candidatos pueden hacer por un voto, desde hacer bailes virales, actuar en spots para redes y hasta inventarse pegajosas canciones como aquella interpretada por un niño huichol; sin embargo, una buena propaganda no siempre se traduce en una buena opción política y, mucho menos, un buen candidato.
Un ejemplo de ello es Donald Trump, considerado por algunos como uno de los peores presidentes de los Estados Unidos, quien con el objetivo de masificar sus mensajes y su figura protagonizó noticias sensacionalistas, a la par que encarnó la incorrección política como una de las banderas de su campaña, lo que le otorgó buenos dividendos, como destaca Marco Arellano Toledo, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.
Las campañas con poca sustancia reducen la calidad democrática, así lo plantea Josep Colomer, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Georgetown, quien subraya que “las campañas empiezan a tener menor sustancia, se vuelven personalistas y generan una reducción en la calidad de la democracia”.
Es por ello que el Instituto Nacional Electoral (INE) hace hincapié en que los electores conozcan a los candidatos y sus propuestas y que ejerzan su voto de manera razonada, pues esto evitará campañas vacías, y elevará el nivel del discurso de los candidatos.
Y es que este vacío en el discurso da espacio para la instalación de campañas negras y la guerra sucia, muy características de las últimas elecciones en México, pero también en el mundo. La guerra sucia es un “conjunto de estrategias y acciones ilegales, o únicamente inmorales, que utilizan los partidos políticos, sus candidatos, sus militantes o simpatizantes, para demeritar o promover el desprestigio de la participación política de sus adversarios ante sus potenciales electores”, señala Benito Ramírez Martínez, profesor del Centro Universitario de los Lagos, Universidad de Guadalajara.
Esto último nos coloca, de nueva cuenta, en un escenario en el que no se privilegia la propuesta política del candidato, ni su trayectoria, pero que se enfoca en denostar al adversario, lo cual, sin duda, no beneficia a los electores.
Así, este proceso electoral del 2024 supondrá un reto mayor para los electores, que deberán filtrar los mensajes vacíos, las frivolidades y los ataques si es que buscan la consolidación de una mejor democracia, una en la que la propuesta política sea la mayor privilegiada.
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