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¿Vale la pena anular el voto?

Anular el voto parece ser la acción más racional cuando no se está de acuerdo con ninguna de las o los candidatos en un proceso electoral. Hasta cierto punto, se convierte en un mecanismo de castigo o, por lo menos, una estrategia para evidenciar el descontento que experimenta el ciudadano.

Pero, ¿es en realidad una buena idea anular el voto?

Podría serlo si la mayor parte de la población se decanta por la anulación del voto, sin embargo, con porcentajes inferiores al 50 por ciento resulta contraproducente la anulación del voto.

En primera instancia es necesario entender que un voto anulado por accidente o intencional no tiene una genuina distinción a la hora de hacer el conteo final de urnas.

De acuerdo con la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, la votación total emitida es la suma de todos los votos depositados en las urnas, sin embargo, se restan los votos nulos para obtener la llamada votación válida emitida.

A partir de los votos válidos se define a las candidatas o candidatos ganadores. Dicha situación podría generar una falsa percepción del respaldo que la ciudadanía da a los candidatos y partidos políticos.

A pesar de que un gran porcentaje de la población anulara su voto, en el resultado final habrá un ganador o ganadora, sin importar que no cuenta con el apoyo real de la ciudadanía.

En realidad, los votos nulos solo podrían detonar un nuevo conteo, cuando esta cifra sea mayor a la diferencia entre los candidatos ubicados en primer y segundo lugar. Es decir, en el caso de que un candidato tiene 1000 votos, el candidato en segundo lugar 800 y los votos nulos en total son 500.

Por lo demás, parece ser que anular el voto no es la mejor estrategia para defender la democracia de nuestro país. Indagar en los perfiles que contienden: en su trabajo previo y en sus propuestas es la mejor estrategia para elegir a los representantes a cargos que puedan dar soluciones a los retos que enfrenta México.

Votar por el “menos peor” es desalentador, no obstante el sufragio es solo el primer paso; como ciudadanos debemos presionar a los funcionarios públicos para que cumplan con su función y entreguen los resultados que se espera de ellos.

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